lunes, 16 de abril de 2012

"SEGUIRÉ HASTA EL FIN. MATO O CAIGO"


FICHA # 7

ELABORA: LUISA FERNANDA VÉLEZ ZAPATA

AUTOR: Diario El País de España – Pablo de Llano 

TÍTULO: "Seguiré hasta el fin. Mato o caigo"

DATOS EDITORIALES: Publicado por el Diario El País de España en su edición del 8 de abril de 2012

TIPO DE PUBLICACIÓN: Reportaje

UBICACIÓN: Disponible en
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/04/04/actualidad/1333550793_104937.html

PALABRAS CLAVES: Sicarios – Medellín – Violencia – Pobreza – Comunas – Bandas – Combos – Pobreza – Trabajo – Vida


CONTENIDO:

Viaje por el mundo de los sicarios de Medellín, jóvenes de vida breve y gatillo fácil. Para los pistoleros del siglo XXI asesinar es un acto sin importancia en una existencia vacía.
 
“En Medellín, la oferta de asesinos excede la demanda de víctimas. Tanto, que los chicos más jóvenes llegan a matar gratis para intentar hacerse un hueco en el saturado mercado del crimen”.

Reportaje publicado en un importante diario español que muestra una situación cada vez más dura y difícil a la cual se ven enfrentados los jóvenes de la ciudad de Medellín, que ante las escasas oportunidades laborales y de progreso se ven envueltos en una paradoja de vida que los lleva hasta el sicariato como una opción para sobrevivir. 

“En Medellín hay más de 5.000 sicarios distribuidos en unas 300 bandas por toda la ciudad. Y, sin embargo, el número de asesinatos no llega ni a la mitad que a principios de los noventa, en la época del capo Pablo Escobar, cuando había más de 4.000 muertos anuales. En 2011 hubo 1.648, casi 400 menos que en 2010. Aunque el índice de homicidios sigue siendo uno de los más altos de las ciudades grandes de Latinoamérica, la cifra se ha estabilizado en la última década en torno a los 2.000 muertos anuales”.

La realidad colombiana no puede estar sustentada solamente en artículos internacionales que dicen mostrar una verdad que si bien tiene mucho de certera no es exactamente fiel  al contexto que se vive hoy en una ciudad como Medellín.


COMENTARIO:

Para empezar habría que tener claridad con las cifras de bandas, combos u ‘organizaciones’ por así decirlo dedicadas al crimen organizado y además confrontarlas con cifras de instituciones acreditadas como es el caso de Medicina Legal que puede ser una fuente lo suficientemente válida como para mostrar la real dimensión de los asesinatos en la ciudad, y conocer de este modo si esto sí logra esbozar una idea clara que permita afirmar que existe tal cantidad de jóvenes en edades tan tempranas que los convierte en asesinos a sueldo en la capital de Antioquia.

Es alarmante y vergonzoso ver cifras tan irrisorias como las que asegura el reportaje citando a los jóvenes sicarios de la ciudad afirmando que se acaban vidas por tan solo $5.000, que no sirven sino para un escaso artículo comestible que supla en algo la precaria alimentación del día a día.

Pero no se puede esperar un panorama más amigable en un país cada vez más desigual y pobre, donde los niveles de pobreza e indigencia crecen disparados al igual que el tema del desempleo. Como se ha asegurado desde hace un tiempo los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez son más pobres.

Jóvenes carentes de amor que viven en medio del abandono absoluto, marginados desde que nacen, sin oportunidades de educarse y construirse un futuro a base de la consecución de un trabajo digno que les procure beneficios sustentables más allá de la parte económica que al final es el principal motor para orillarlos a hacer lo que hacen. 

A diferencia de los sicarios a sueldo de hace unos años, estos están dedicados a vivir el día a día sin más preocupaciones que el hacerse de algo que les permita vivir solo el hoy sin pensar en el mañana; el mañana es una utopía, puede llegar o simplemente no llegar tras el eco ensordecedor de un gatillo apretado. Los de antes querían procurarse un mañana, aunque sin desconocer que el mañana siempre se conjuga con el futuro y ese es precisamente el tiempo que es tan difícil conseguir.

Hoy solo la preocupación radica en conseguir dinero para comer o vestirse, algo que no suena descabellado si se tiene en cuenta que se está hablando de niños madurados a la fuerza, jóvenes de escasos 14, 15, 16 años en busca de vivir el presente y disfrutar de los placeres que esta etapa de la vida asegura dar, solo que para muchos ese beneficio no ha sido concedido, el beneficio de disfrutar de una familia, de tener un techo y comida suficientes, de hacerse a un nombre y una respetabilidad dentro de la sociedad, a crecer libre y felizmente; a muchos simplemente ese deseo no se les dio.

Quizás los recientes escándalos de corrupción en varias instituciones pertenecientes al Estado colombiano hacen que conocer la real situación de esta problemática diste mucho de la realidad y por tanto se pierda la credibilidad para contrastar la información que muestran los medios de comunicación; pero es la triste situación que se vivencia diariamente en las ciudades de Colombia, no solo en Medellín, ciudad estigmatizada por la violencia del narcotráfico y de una guerra sin cuartel que lucha y seguirá luchando por mostrar la cara amable pocas veces contada en los diarios de todo el mundo.

Las preguntas quedan para los dirigentes de la ciudad en niveles que van desde lo civil, militar, religioso, cultural y un importante componente histórico que aún sigue pesando mucho; es preguntarse qué se va a hacer para que más jóvenes no sigan en la telaraña de las drogas y en situaciones sumamente nocivas como el sicariato y por ende su participación en las llamadas bandas delincuenciales.

Se necesitan acciones concretas para frenar la desigualdad, la pobreza, la baja calidad de vida, las oportunidades para personas víctimas de la violencia, desplazados y en fin todas las personas en situación de vulnerabilidad que son presa fácil de los delincuentes que se aprovechan de sus escasas opciones de vida digna para convertirlos en idiotas útiles de una guerra que parece no tener fin.  









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